Cualquier cirugía debe rehabilitarse, no tanto por el tema estético de lo bonita o menos bonita que pueda quedar la cicatriz, sino para evitar problemas en un futuro.
Nuestros órganos tienen movimientos intrínsecos; por ejemplo, el intestino se mueve para que la masa fecal se desplace hasta el recto. Los diferentes planos de tejidos musculares, fasciales… se desplazan unos sobre otros. Por ello, si este movimiento se ve limitado, podría generarnos problemas.
Una cicatriz no tratada puede generar adherencias. Estas provocan esa limitación de movimiento y “todo lo que no se mueve se enferma”. He aquí la importancia de que el tejido cicatrizal se parezca lo máximo posible al tejido que sustituye, consiguiendo de este modo una mejor funcionalidad.